BLOG PERIODÍSTICO Y CULTURAL CENTRADO, FUNDAMENTALMENTE, EN LA PUBLICACIÓN DE ARTÍCULOS DE OPINIÓN SOBRE TEMAS DE ACTUALIDAD ELABORADOS POR MARIA PEREZ UBIERA.

domingo, 29 de diciembre de 2013

MI TROYLO SE LLAMA JUMPER

Hace unos cuatro o cinco años leí 'Charlas con Troylo', dicha lectura me sirvió para reconciliarme con su autor, Antonio Gala, ya que era un personaje que no terminaba de gustarme, aunque tampoco sentía una especial animadversión hacia él. Digamos que tenía sentimientos encontrados, por un lado me caía bien y lo tenía por hombre culto e inteligente, pero por otro lo consideraba un estirado y una especie de pijo ególatra encantado de haberse autoconocido. Eso en lo personal.

En lo profesional conocía poco de su obra, ya que cuando leí parte de su poemario 'Poemas de amor' quedé tan decepcionada, por lo pueriles que me parecieron, que desistí de la idea de acercarme a cualquier otro libro suyo. Sin embargo, circunstancialmente, decidí comprar su 'Charlas con Troylo' lo que para mi fue todo un descubrimiento. En este libro encontré algo que no esperaba, supuso una aproximación al Gala persona, que en nada se parece al Gala personaje que me presentaban los medios de comunicación. Desde entonces admiré al autor pero, sobre todo, al ser humano. Cambió la idea preconcebida que tenía sobre él y comencé a sentir una gran empatía y a tomarle un gran cariño. Por ello, cuando supe que estaba gravemente enfermo lo sentí de veras, y deseé que se recuperara ya que el mundo sigue falto de personas talentosas y sensibles, como lo es él, pese a que muchas veces se esfuerce en disimular tal sensibilidad.

La cuestión es que 'Charlas con Troylo' es un interesante relato-diario en el que don Antonio nos da su particular visión de la vida a través de los escritos que dirige a su pequeño perro, Troylo, un teckel que fue su mascota, su amigo y confidente. Disfruté mucho con su lectura. Lloré mucho, lo reconozco, ya que si hay algo que comparto con Gala es un gran amor hacia los animales y la naturaleza, así como la especial sensibilidad hacia las injusticias sociales, que las había hace 50 años y siguen existiendo actualmente, más ahora, en estos tiempos tan complicados.

El caso es que siempre quise hablaros de este libro y comentaros lo mucho que me emocionaba ver a mi Troylo, mi Jumper, mi querido perrillo vivaz, pillín, de inteligente mirada y actuación, mi niño chico, como yo le llamaba, mi rey. Os quería hablar de él, de lo mucho que me alegraba la vida, de lo que me reía con sus ocurrencias caninas, con su carácter 'endemoniado' de perro diminuto (es que cuanto más pequeños peor genio) que, en el fondo, se quedaba en nada porque era tremendamente bueno y cariñoso, jamás hizo un ademán de morder ni de atacar, él sólo ladraba a todo lo que se movía o hacía ruído... Mi rey... ¡cuánto te añoro! ¡cuánto te quiero!

Mi niño murió prematuramente, hace poco más de un mes, y estoy rota... Ni siquiera puedo hablar de ello aún...  Duele demasiado todavía. Fue tan inesperado y me siento tan culpable por no haberlo visto venir... Pero ya nada se puede hacer. Él sigue en mi recuerdo y, algún día, podré hablar de lo que pasó y podré decirle póstumamente lo mucho que lo quiero y la rabia que me da pensar en todas esas circunstancias adversas que se dieron y que me impidieron salvarle la vida, si hubiera sido posible, que creo que sí... Pero mi historia con Jumper no ha terminado aún, al contrario, acaba de empezar... porque yo había decidido no tener mascotas, pese a gustarme mucho los animales y, tras su muerte, creo que me va a resultar muy difícil llenar el enorme hueco que él dejó en mi alma y en mi vida, y siento la necesidad de tener otro pequeño bichito al que darle todo el cariño que tenía destinado para él.

Te quiero mi espiguita, mi pimpinela, mi niño chico, mi perrillo ladrador, mi escapón, mi bebé, mi loquito, mi mal genio, mi rey... Te quiero y te extraño y no puedo creer que no estés y que no me persigas por toda la casa para que te dé un caprichito 'gastronómico' o te haga unos mimitos o te deje salir a la puerta, al sol... ¡cómo te gustaba, mi bebé, estar echado en el umbral, aunque hiciese un frío siberiano...! Tanto te gustaba que, por darte el gusto, por quererte tanto, por darme pena no dejarte salir cuando yo no podía estar contigo, por querer hacerte un poquito más feliz creo que te acerqué a la muerte, sin querer... pero tú ya no estás y yo cada día te quiero más y lloro mucho pensando que pude salvarte pero ni siquiera vi que te morías... Perdóname, mi bebé, ya que yo nunca me lo podré perdonar. 

PUBLICADO EN LAS SAETAS DE MARÍA EL 28 DICIEMBRE 2013