Se ha ido uno de los grandes. Éso no lo duda nadie. Un actor con mayúsculas, un maestro de la escena, que supo interpretar con igual genialidad los papeles cómicos más absurdos e histriónicos y los papeles más dramáticos y contenidos. Recuerdo de un modo especial su sublime interpretación en "Mi querida señorita", posiblemente fue la primera vez que lo vi interpretar un papel alejado del cliché del "tipycal spanish" de las películas del destape y, aún hoy, 15 o 20 años después, no he podido olvidar el impacto positivo que causó en mi.
Su capilla ardiente está situada en el Teatro María Guerrero. No podía ser de otra manera, un animal de escena ha de despedirse allí, entre bambalinas, en su hábitat natural. Donde sólo nosotros sabemos lo que se siente.
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