Durante años asistí sorprendida al peculiar espectáculo televisivo que protagonizaban la ex-mujer de un afamado torero y el primogénito de ambos. Iban de plató en plató poniéndose 'a caer de un burro', que diría cualquier abuelete de este país. Se hacían reproches mutuos, aireaban trapos sucios, contaba cada uno de ellos, su verdad que, como todos sabemos, suele ser una verdad relativa, ya que el cerebro es engañoso y no siempre recuerda lo que sucedió sino lo que le interesa recordar. Aquello me resultaba tan bochornoso que siempre acababa cambiando de canal o,directamente, apagando la 'tele'.
Sin embargo, la última vez que asistí a una de estas 'entrevistas previo pago', una de las 'colaboradoras' del programa pronunció una frase que me hizo confirmar algo que ya sospechaba, miento, algo que ya sabía. Sus palabras, después de haber oído un relato muy creíble de las situaciones que el hijo del torero había vivido en su infancia y en su juventud, le dijo a la madre que, después de lo que el sujeto en cuestión había pasado, admiraba el hecho de que no se hubiera vuelto 'loco'.
Como he dicho, esta frase me pareció palmaria, me di cuenta de que la periodista había dado con la clave. En definitiva, se había dado cuenta de que, muchas veces, cuando los hijos son ingratos o aparentemente ingratos con los padres, no siempre es culpa de 'la maldad' del vástago, sino de la negligencia y mal hacer de unos padres irresponsables, insensibles, tiranos, déspotas, manipuladores, maltratadores y controladores que, poco a poco, van minando la confianza y seguridad de sus hijos, si tienen la desdicha de ser lo suficientemente inteligentes y sensibles como para ver y sentir lo irregular de ese tipo de situaciones y la mala sangre y mal hacer de esos padres que, en lugar de protegerles y apoyarles, dándoles herramientas emocionales y confianza en sus capacidades y potencialidades, les hacen sentir como 'mierdas', les ningunean, no les aplauden ninguno de sus logros sino que, por contra, sólo ven lo malo, sólo les destacan sus defectos, sus fallos, sus imperfecciones...
Y, en ese momento, me di cuenta de que detrás de las paredes de cada casa, hay miles de historias que, pese a sus peculiaridades, en el fondo son la repetición continua de unos comportamientos similares, de unas situaciones equiparables. Padres irresponsables que deciden tener hijos a los que no van a saber educar ni cuidar en condiciones. Padres estúpidos y negligentes que son incapaces de entender a unos niños que, después serán adolescentes y adultos... y que, desde sus primeros años de vida, demuestran ser mucho más inteligentes y responsables que ellos. Niños con un especial instinto para darse cuenta de las cosas que son correctas y las que son intolerables, niños que se rebelan ante la falta de sentido común y las actitudes irresponsables de sus padres.
Es muy triste, pero sucede. Sucede en miles de hogares, y son realidades dramáticas que se reproducen una y otra vez tras las paredes de eso que parecen hogares pero que no lo son. Son infiernos. Pero no quiero entretenerme más en este tema. Algún día ahondaré en él, pondré ejemplos. Lloraré un poco, entre líneas, si procediere. Pero hoy simplemente quiero plantear el tema de forma muy general. Hoy quiero hacer visible esta realidad tan triste. Y, con el tiempo, entraré en detalles más concretos, por ver si la sociedad se conciencia y hace aunque sólo sea el intento de escuchar a esos niños y jóvenes que viven en situaciones de gran vulnerabilidad, que pueden convertirles en inútiles potenciales para el resto de sus vidas, ya que los traumas que van acumulando año tras año son muy difíciles de superar.
2 comentarios:
Hola, y gracias por pasar por mi blog.
Omayra efectivamente es una chica que quedó atrapada en la erupción del volcán Nevado del Ruiz, en Ecuador. Tenía 13 años cuando pasó, y sobrevivió durante unos 13 días, hasta que falleció.
Pasó el año 1987, y mi mamá elijió ese nombre para mí, por ella.
Tienes toda la razón, María.
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