Una de mis entradas más populares fue 'LA RADIO, ESA FIEL COMPAÑERA' . En dicha entrada rememoraba la época en que pasé de ser una 'descastada de las ondas' a la fiel radioyente en que acabé convirtiéndome.
Y hoy, después de cenar, al encenderla, ha venido a mi el recuerdo de esta entrada y de aquellos momentos en que la radio empezó a acompañar, sin saberlo, buena parte de mi actividad diaria, incluidos mis ratitos de soledad y retiro voluntario.
La radio, esa fiel compañera que, en ocasiones, me cabrea, como hoy, porque no entiendo su empecinamiento en transmitir fútbol, fútbol, fútbol. ¡Como si no hubiera cosas mejores que narrar!
Y no se trata de que odie el fútbol. En cierta medida me gusta. Al fin y al cabo, durante algún tiempo, fui medio-aficionada. Sé lo que es un fuera de juego, y no todo el mundo puede decirlo ¿no es cierto?
La cuestión es que, pese a que el programa de 'deportes' que suelo escuchar se deja oir, incluso por quiénes pasamos de hacer del fútbol uno de los pilares de nuestra vida, creo que llega un momento en que se vuelve insoportable ver cómo toda la programación radiofónica de la mayoría de las emisoras se ve alterada en pro de las cansinas retransmisiones de estos eventos insustanciales.
Hubo un tiempo en que escuchaba a 'la Otero', hubo un tiempo en que escuchaba 'al Sardá', hubo un tiempo en que no podía escuchar ni 'al Sardá', ni a 'la Otero', ni a 'la Nierga' porque los partidos de fútbol se colaban en el punto del dial en que sintonizaba sus emisoras. No me interesa el fútbol, no tanto como para tener que renunciar a los programas que habitualmente escucho. No, no me interesa que el Barça fiche a Fulano, o que el Madrid venda a Mengano... no quiero saber a cuánto pagan la apuesta si Mesi no mete gol. No creo que sea más importante saber cómo se llama el Presidente del Betis que quién es el Presidente de la República francesa. No, no creo que ese divertimento infantil, por mucho dinero que genere, sea más importante que la vida real. No lo es. No creo ni justo ni normal que, cada vez que hay uno de estos encuentros, los ciudadanos perdamos nuestro derecho a ser informados de los acontecimientos verdaderamente importantes.
Yo no lo veo 'normal', pero no apago la radio porque me acompaña igualmente y, confieso que me divierto bastante con algunas de las barbaridades y salidas de pata de banco de algunos comentaristas. Me divierto con estos programas, al menos con algunos de ellos, pero no porque me interese el fútbol sino porque mi amiga la radio sigue ahí, cumpliendo con su función. Dándome la compañía que le reclamo.
Pero no escucho esos programas por decisión propia sino por obligación, ya que hace mucho que desistí en mi intento de cambiar de emisora en la búsqueda de algo más interesante que escuchar. Misión imposible: cuando hay futbol, hay futbol. Omnipresente en las ondas. No merece la pena girar el dial.
Cuando hay fútbol hay fútbol, SÓLO FÚTBOL. No hay nada más que alegar. ¡Qué país! No hay nada más que alegar...
Cuando hay fútbol hay fútbol, SÓLO FÚTBOL. No hay nada más que alegar. ¡Qué país! No hay nada más que alegar...
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