El asunto del cánon digital, y de los derechos de autor, llevados hasta límites insospechados, y el cuento trapichero de la SGAE, me tienen desconcertada y, sobre todo, cabreada.
No voy a entrar en detalles porque, en este momento, no tengo ni tiempo ni ganas, pero quiero dejar patente mi más absoluto rechazo al mismo, y dado que tengo aspiraciones artísticas e intelectuales, no lo digo sólo desde el punto de vista del consumidor de este tipo de bienes y "servicios", sino también desde la perspectiva de una posible futura profesional que, tal vez, algún día viva de sus creaciones literarias y artísticas en general. Ya entraré en detalles en futuros artículos. Ésto es sólo un pequeño prólogo.
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