Es muy fácil caer en la tentación de hacer leña del árbol caído, pero yo no me veo en ese papel, me gusta más el reto de enfrentarme al árbol cuando aún está vivo, prendido en la tierra, ufano, sintiéndose imbatible, embriagado en su propio ego fantasioso, creyendo que nadie ha calado la 'mala savia' que recorre sus 'venas'.
El problema se me plantea cuando alguno de esos que 'van de árboles' por la vida, en realidad no son más que malas hierbas, digo más, malas hierbas invasivas, esas especies no autóctonas que, por culpa de algún elemento indeseable, se introducen en un hábitat ajeno, pretendiendo aniquilar a los especímenes vernáculos, con el único afán de engordar sus egos y sus carteras.
Y, como malas hierbas que son, la única solución posible para librarse de ellas es arrancar, fumigar y no bajar nunca la guardia, que ya se sabe la facilidad que tienen estos malnacidos especímenes de rebrotar, para seguir chupando indefinida e insaciablemente del sustento de los demás. Incluso, en ocasiones, se da la terrible circunstancia de que a estas dañinas especies les da por reproducirse de forma incontrolada, cual conejos, dejando una amplia remesa de su mala semilla para que tengan que sufrirlas también las generaciones venideras. Esperemos que para entonces la 'ciencia' haya encontrado una solución efectiva para erradicarlas, mientras tanto, lo único que podemos hacer es tenerlas vigiladitas y controladitas para volver a fumigar ante la mínima señal de rebrote. Las nefastas consecuencias que conlleva el dejarlas germinar y crecer es un lujo que no podemos permitirnos si queremos mantener un saludable equilibrio en el 'ecosistema'.
Por ello, para evitar males mayores la única solución es, como dije antes, atacar desde la raíz, sin paliativos. En resumen: arrancar, fumigar y vigilar.
ARTICULO PUBLICADO ORIGNARIAMENTE EN 'VIVIR EN CUACOS':
http://vivirencuacos.blogspot.com/2011/06/mala-hierba.html
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