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viernes, 23 de enero de 2009

"EL JOROBADO DE NOTRE DAME", Víctor Hugo.

ACERCAMIENTO A UN CLÁSICO:

Hace un par de días terminé de leer "El Jorobado" (sí, "el de Notre Dame", de Víctor Hugo), y todavía sigo afligida, pese al tiempo transcurrido.

Empecé a adivinar el desenlace varios capítulos antes del final. Aún así, mantuve la esperanza de que todo virase en otra dirección, deseé que no se produjera un final tan triste como el que veía venir, un final duro, cruel, tan cruel como la propia vida, supongo.

En otras etapas de la mía(de mi vida, aclaro), me gustaban las historias con finales impactantes y desgarradores. Demasiada pastelosidad y alegría sobrevenida forzosamente, me "producían urticaria". Hoy, en cambio, no rechazo de plano esos finales encajados con calzador, en los que todo se resuelve satisfactoriamente, sin tener en cuenta la coherencia y el desarrollo lógico de la historia. Como digo, no sólo no los rechazo, sino que en ocasiones, agradezco encontrar alguno.

Normalmente es el propio entramado, la propia historia, la que se convierte en acreedora de sus derroteros. Pero, en el caso del Jorobado, debido a las múltiples adaptaciones, versiones, interpretaciones y reinterpretaciones que se han hecho de esta obra, en todos los campos artísticos, la esencia de la misma ha sido desvirtuada, es más, me atrevería a decir que se ha diluido, evaporado, incluso.

Esta novela ha estado en las estanterías de mi casa desde siempre, sin embargo nunca me había decidido a leerla, ya que, consecuencia de tanta adaptación dulcificada e idealizada, había germinado en mi la idea de que se trataba de una lectura poco apetecible y demasiado trasnochada.

Sin embargo, hace un par de semanas decidí que había llegado el momento de descubrir lo que realmente se ocultaba detrás de esa portada minimalista y tricromática. Comencé así una aventura literaria insospechada.

Desde las primeras páginas percibí que no se trataba de una historieta meliflua y romanticona, y menos aún infantil, como había apuntado algún ignorante prejuicioso, que no tenía mayor conocimiento de Víctor Hugo y de su obra, que el remoto parecido que pueda encontrarse en la versión comercial y animada que estuvo en las carteleras hace un par de años, aproximadamente.

Y creo que es, precisamente, esta insoportable costumbre de hacer reinterpretaciones edulcoradas y ñoñas, de este maravilloso clásico, lo que ha llevado a mucha gente, como me sucedió a mi, a rechazar un acercamiento a la verdadera obra del maestro francés y, peor aún, lo que ha provocado que mi acercamiento a la misma haya sido tan impactante y desgarrador, ya que, hasta el último párrafo estuve esperando un atisbo de humanidad por parte de alguno de los personajes e la historia, un ápice de bondad, de piedad... Que no llegaron. Y eso me rompió los esquemas, me hirió el alma, me hizo sentir un profundo dolor, provocado por la impotencia y por la rabia de no poder hacer nada para cambiar ese final, para poder ayudar a esos personajes tan desvalidos, a eso inocentes tan injustamente vilipendiados, por no poder hacer nada para mitigar su dolor.

De modo que, al terminar el libro, al pasar la última página, y cerrarlo, me quedé con la extraña sensación de que aquellos personajes merecían un final más grato, un desenlace más feliz, más justo, más alejado de la maldita crudeza que acompaña a la vida real, aunque fuese a una hipotética vida real del siglo XV.

M.P.Ubiera
19 nov.2008