Al principio, los rumores señalaban que a la princesa no le gustan los perros, razón por la que había obligado a su marido a deshacerse del que tenía como mascota, desde su etapa de soltero, por lo que el perro había dejado 'La Zarzuela', para ser acogido en casa de unos amigos. La noticia me parecía absurda, dada la amplitud no sólo de la residencia de los Príncipes, sino de todo el complejo en que ésta se ubica, incluyendo el Palacio que le da nombre, residencia de los Reyes, y las muchas instalaciones que podían servir de habitáculo al 'animalillo'.
Hoy, las noticias matizaban el rumor anterior, señalando que lo que no le estaba permitido al perro era entrar en la casa, viéndonse obligado a dormir en el jardín. Ésto ya es un tema distinto y, aún así, a muchos periodistas les ha servido como comidilla para criticar el hecho de que 'a Letizia no le gusten los perros', teniendo en cuenta, según ellos, que los miembros de la familila real son grandes amantes de los animales, razón por la cual, venían a decir, Doña Letizia se tenía que 'fastidiar' y acostumbrarse. ¿Perdón?. O yo me he vuelto tonta, o quiénes han hecho estos comentarios son los verdaderos tontos o, cuando menos, unos simples de muchos cuidado. (Se dedican a la prensa rosa, por tanto, es problable que muchas luces no tengan).
En mi opinión, las cosas se han sacado de madre, una vez más, y una vez más, este hecho es fruto directo de esa lectura simplificada a la que he hecho mención en el párrafo anterior.

Por mucho que nos gusten los animales y que sea casi imposible no cogerles cariño, una vez que entran en nuestras vidas; por mucho que nos parezcan adorables peluches interactivos, no debemos olvidar que se trata de seres vivos, que requieren muchos cuidados, y que hacen mucho ruido y (con perdón) cagan, mean, moquean, contraen enfermedades, pisotean en la calle y luego se suben al sofá... Generalmente, sobre todo al principio de acogerlos en nuestros hogares, no solemos tener en cuenta los muchos inconvenientes que dicha 'adopción' puede traer consigo, entre los que destacan las posibles consecuencias negativas para nuestra salud.
Por tanto, me parece injusto que se demonice a la Princesa, tan solo por tener sentido común. Tal vez nos iría mejor si prestamos más atención a estos aspectos y siguiesemos su ejemplo en ellos, en lugar de estar continuamente observando con lupa su aspecto físico y la adecuada o inadecuda combinación de colores de su ropa, o la apropiada o inapropiada altura de los tacones que lucía en su última aparición pública...
Personalmente no le aconsejaría a nadie que compartiese espacio vital con sus mascotas, por muy cuidadas que éstas estén, menos aún con dos niñas pequeñas, cuyo sistema inmunológico está en pleno desarrollo, lo que las convierte en dianas perfectas para el desarrollo de virus, bacterias y otros elementos patógenos.
Aplaudo a Dª Letizia y la felicito por dicho sentido común, tan poco extendido entre los indivuos de esta especie nuestra.